La sexualité, la paternité et la mort introduisent dans l'existence une dualité qui concerne l'exister même de chaque sujet.   E.Lévinas, Le temps et l'autre

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mchoilogo.gifEspagnol|Textos - De otro modo que ser

PREFACIO

I should e ten die with pity to see another tinas.

[Moriria de la lástima que me produjese ver a otro como yo me hallo.]

SHAKESPEARE, King Lear IV,7

El prefacio, escrito siempre después del libro, no es siempre una repetición en términos aproximados, del enunciado riguroso que justifica un libro. Puede expresar el primer –y urgente– comentario, el primer "es decir" –que es también el primer des-decir– de proposiciones en las que, la incongregable proximidad del uno-para-el-otro se absorbe y se expone, actual y conjunta, en el Dicho, que significa como Decir.

Los tres textos de este pequeño volumen investigan esta significación. Los tres representan las etapas de una "consideración inactual" a la que la palabra humanismo no le asusta o ya no le asusta más.

Lo inactual, sin duda, puede disimular lo que ha caducado; y nada está exento de la perención, ni siquiera lo perentorio. Pero lo inactual donde se sitúan —o hacia lo que tienden— los estudios de la presente recopilación, no se confunde con una falta de atención para con las opiniones dominantes de nuestro tiempo, defendidas con tanta brillantez y maestría.

Lo inactual significa aquí, lo otro de lo actual, más que su ignorancia y su negación; lo otro de lo que se ha dado en llamar, en la mejor tradición de occidente, ser-en-acto (sea cual sea la fidelidad o infidelidad de esta fórmula al espíritu de la noción aristotélica que pretende traducir); lo otro del ser-en-acto, pero también de su corte de virtualidades que son las potencias; lo otro del ser, del esse del ser, de la gesta del ser, lo otro de lo plenamente ser –hasta desbordar de ello– que el término en acto enuncia; lo otro del ser en sí –lo intempestivo– que interrumpe la síntesis de presentes que constituye el tiempo memorable.

Ser‑en‑acto sin nada que todavía apunte o todavía ensombrezca –sin zonas de sombra identidad de lo idéntico y de lo no-idéntico presencia sin devenir o conversión del devenir en presencia –sincronía en la que el orden de los términos reunidos es indeferente– esta actualidad del concepto, ¿no es la célebre actividad atribuida a la conciencia? La actualidad de la presencia total excluye o absorbe toda alteración; la exclusión lógica se convierte, concretamente, en representación: retomada del presente al pasado por la reminiscencia y anticipación del por-venir por la imaginación. Reunión que culmina en conciencia de sí o en subjetividad. "La unidad originaria de la apercepción" no expresa sino el superlativo del ser‑en‑acto. Hegel admiraba la esencia del concepto en el yo pienso de la apercepción trascendental de Kant[1].

La aplicación del yo pienso a lo diverso del dato que se denomina síntesis speciosa de la imaginación, en la segunda edición de la Crítica, no discurre todavía en el alma, ya que esta aplicación es la única que permite que aparezcan psiquismo y psicología[2]. Ni es acción (Handlung)[3] porque la unidad de la apercepción trascendental –o el entendimiento– sea espontánea en el sentido psicológico. Precisamente por ser actualidad de la presencia es por lo que puede convertirse en espontaneidad de la imaginación; puede tener poder sobre la forma temporal del dato, decirse acto.

Por el ejercicio intemporal de esta actualidad se pone el yo (je), el yo libre, de entrada, del humanismo clásico. Herencia de la filosofía trascendental, permanecerá, en Fichte, como actividad que constituye soberanamente al no-Yo (non-Moi).

La reducción trascendental de Husserl, arranca al Yo-puro (moi) de lo psicológico, le separa de la Naturaleza, pero le deja la vida. La intencionalidad en la que el Yo (Moi) vive, guardará, de hecho, la estructura del acto. Sin embargo, con la fenomenología husserliana, por vez primera, lo subjetivo –trascendental y extramundano– se muestra como pasividad irreductible en la noción de síntesis pasiva. Lo 'impresional' y lo sensible –venidos de una tradición empirista– se sitúan en el corazón de lo Absoluto.

La preocupación por la síntesis, si bien pasiva, todavía refleja las exigencias de la unidad de apercepción y la actualidad de la presencia; los sutiles análisis del ante-predicativo imitan aún, bajo la denominación de pasivos, los modelos de síntesis de la proposición predicativa.

Ahora bien, la subjetividad trascendental tampoco es una simple articulación lógica de métodos científicos, a pesar del neo-kantismo contemporáneo y de su influencia en Alemania. La subjetividad trascendental, unicidad viviente, tiene su propio secreto; los actos intencionales tienen sus horizontes que, olvidados e inactuales, no por ello co-determinan menos el sentido del ser, pero no descubren sus significaciones más que a la reflexión vuelta hacia la nóesis. Ninguna mirada que apunte hacia el correlato objetivo de actos, en los que dichas significaciones significan, no obstante, en el "nóema pleno", podría encontrarlas allí, incapaz de distinguir, en la "presencia total" del tema objetivo, el "nóema pleno" propiamente dicho.

Y sin embargo, si el sujeto libre –en el que el hombre del humanismo situaba su dignidad– no es más que una modalidad de una "unidad lógica" de "la apercepción trascendental" –manera privilegiada de la actualidad que no sabría ser más que su propio fin–, ¿es preciso asombrarse de que al día siguiente mismo de la escrupulosa formulación de la Reducción por Husserl, el Yo (Moi) desaparezca tras  –o en– el ser en acto que habría tenido la misión de constituirle? Más que nunca, la inteligibilidad última, es la actualidad del ser en acto, la coexistencia de términos en un tema, la relación, la coherencia de lo uno y de lo otro, a pesar de su diferencia, el acuerdo de lo diferente en el presente. el sistema. el uno significa lo otro y es significado por él, cada uno es signo de lo otro, renunciando a lo que Jean-Francois Lyotard llama su figura, para morir en lo otro. El "sujeto pensante" que busca esta disposición inteligible, se interpreta, desde entonces, a pesar de la penosa tarea de su búsqueda y del genio de su invención, como un rodeo que el sistema del ser toma prestado para ordenarse; rodeo que describen sus términos o sus estructuras para fijarse, para reunirse en un gran presente y también, para estallar de verdad por todas partes, para aparecer. El sujeto deja ser al ser.

Por el rol que le toca desempeñar, el sujeto pertenece, de hecho, a la gesta del ser y, a este título, se manifiesta a su vez: a sí-mismo y a las ciencias humanas. No hay vida alguna que signifique fuera de la verdad que él sirve y en la que se muestra. el resto de lo humano le es ajeno.

En las investigaciones de este libro, inteligibilidad y relación se las entiende de una manera diferente. Perdura en ellas el recuerdo del parricidio ante el que Platón se encontró sin escapatoria posible. Sin esta violencia, la relación y la diferencia no serían más que contradicción y adversidad. Pero lo serían en un mundo de la presencia total o de la simultaneidad.

Ahora bien, la inteligibilidad, ¿no se remonta, más acá de la presencia, a la proximidad del otro? En un contexto así, la alteridad, que obliga de manera infinita, quiebra el tiempo con un entre-tiempo infranqueable: "el uno" es para lo otro de un ser que se des-prende, sin convertirse en el contemporáneo del "otro", sin poder situarse a su lado en una síntesis que se expone como tema; el-uno-para-el-otro en tanto que uno-guardián-de-su-hermano, en tanto que uno-responsabledel-otro. Entre el uno que soy yo y el otro del que respondo, se abre una diferencia sin fondo, que es, también, la no-indiferencia de la responsabilidad, significatividad de la significación, irreductible a ningún sistema. No-indiferencia que es la proximidad misma del prójimo, a través de la que se perfila solamente un fondo de comunidad entre el uno y el otro, la unidad del género humano, deudora de la fraternidad de los hombres.

No se trata de una nueva "experiencia", en la proximidad, opuesta a la experiencia de la presencia objetiva, de una experiencia del "tú" que se produce después, o incluso antes; ni de la experiencia del ser de una "experiencia ética" además de la percepción. Se trata más bien del cuestionamiento de la EXPERIENCIA como fuente de sentido, del límite de la apercepción trascendental, del fin de la sincronía y de sus términos reversibles; se trata de la no-prioridad del Mismo (Même) y, a través de todas sus limitaciones, del fin de la actualidad, como si lo intempestivo viniera a descolocar las concordancias de la representación. Como si una extraña debilidad sobrecogiera y estremeciera a la presencia o al ser en acto. Pasividad más pasiva que la pasividad del conjunto del acto, que aspira todavía al acto de todas sus potencias. Inversión de la síntesis en paciencia y del discurso en voz de "sutil silencio" que hace señas al otro (Autrui), –al prójimo, es decir, al inenglobable–. Debilidad sin cobardía como el ardor de una piedad. Descarga del ser que se desprende.

Las lágrimas son, quizá, eso[4]. Desfallecimiento del ser que reposa en humanidad, que no ha sido juzgada digna de retener la atención de los filósofos. Pero la violencia, que no sería ese sollozo reprimido o que le habría ahogado para siempre, no es de la raza de Cain; es hija de Hitler o su hija adoptiva.

La contestación de la prioridad del Acto y de su privilegio de inteligibilidad y de significatividad; la quiebra en la unidad de "la apercepción trascendental" significan un orden –o un desorden– más allá del ser, anterior al lugar, anterior a la cultura. Se reconoce la ética.

En ese contacto anterior al saber –en esa obsesión por el otro hombre– se puede, de hecho, distinguir la motivación de muchas de nuestras tareas cotidianas y de nuestras apreciadas obras científicas y políticas, pero mi humanidad no se embarca en la historia de esta cultura que aparece como propuesta para ser asumida por mí y que hace posible la libertad misma de esta asunción

El otro hombre manda desde su rostro, que no está encerrado en la forma del aparecer; rostro desnudo, despojado de su forma, desnudado de su presencia misma que le enmascararía aún como su propio retrato; piel con arrugas, huella de sí mismo, presencia que, en todo momento, es una retirada hacia el vacío de la muerte con una eventualidad del no-retorno. La alteridad del prójimo, es ese vacío del no-lugar en el que, como rostro, está ya ausente sin promesa de retorno y de resurrección.

Esperanza de retorno en la angustia del no-retorno posible, esperanza a la que no es posible engañar, paciencia que obliga a la inmortalidad. Por eso es por lo que se dice "tú": hablar con la segunda persona, preguntarse o preocuparse por su salud. obligación de inmortalidad a pesar de la certeza de que todos los hombres son mortales. Exigencia de inmortalidad. Se referiría ya a la relación privilegiada conmigo mismo y que me excluye de todo género, mostrando que la humanidad no es un género como la animalidad. Exclusión del género humano que se repite por la muerte de otros, siendo cada nueva muerte un nuevo "primer escándalo".

Esas profundas indicaciones de Vladimir Jankélévitch en su sugerente libro sobre la Muerte, remiten también –por encima de los motivos ciertos de la excepción humana: dignidad de la persona, conatus y preocupación por ser en un ser consciente de su muerte a la imposibilidad de retractarse de la responsabilidad por el otro; imposibilidad de sustraerse más imposible que la de desprenderse de su propia piel; —al deber imprescriptible que sobrepasa las fuerzas de ser–. Deber que no ha requerido consentimiento, que ha llegado hasta mí traumáticamente, desde más acá de todo presente rememorable; an-árquicamente, sin comenzar. Deber que ha llegado hasta mí sin posibilidad de opción; que ha llegado hasta mí como elección en la que mi humanidad contingente se convierte en identidad y en unicidad, por la imposibilidad de sustraerse a la elección. Deber que se impone más allá de los límites del ser y de su anonadamiento, más allá de la muerte, como carácter deficitario del ser y de sus recursos. Identidad que no tiene nombre.

Cuando dice yo (je) no se identifica con nada que se presenta, únicamente se identifica con el sonido mismo de su voz. El "yo hablo" está sobreentendido en todo "yo hago" e incluso en el "yo pienso" y en el "yo soy". Identidad injustificable, pura señal hecha a otros; señal hecha de esta donación misma de la señal; el mensajero convirtiéndose en mensaje, el significado –signo sin figura, sin presencia, al margen de lo adquirido, al margen de la civilización–. Identidad hecha pasar, de entrada, como acusativo del "heme aquí", como sonido que no fuera audible más que en su propio eco, dicho al oído, sin complacerse en la energía de su resonancia.

París, 12 de marzo de 1972.



[1] Hegel Wissenschaft der Logik, II, p.221, ed. George Lasson:"EI reconocimiento de la unidad que constituye la ese'ZCia del concepto como unidad originariamente siMtética de la aperceyción como unidad del yo pieMso o como la conciencia de si,pertenece a una de las intuiciones más profundas y vastas de la Crftica de la razón pura .

[2] Cf Critique de la raisonpure, B.ISl, p.13O de la tradueeión de Tremesaygues y Paeaud.

[3] ¿Donde se situarla la aeeión en la forma lógica de la unidad?

[4] "Perdona a tus hermanos su crimen y su pecado y el mal, que te hicieron.. José, al oirlo, se echó a llorar... (GENESIS, SO,I7).


Date de création : 26/10/2005 - 20:44
Dernière modification : 26/10/2005 - 20:44
Catégorie : Espagnol|Textos
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